¿El inicio del fin para Hamilton?

Del sueño rojo, al drama: nueve carreras, cero respuestas
Lewis Hamilton ha tocado fondo.
Lo ha dicho él, lo reflejan sus carreras, lo murmura el paddock y ya lo comentan hasta en Ferrari. El cuento de hadas del siete veces campeón del mundo vestido de rojo se ha convertido en una pesadilla en cámara lenta. Nueve carreras, una victoria en sprint, y un mar de excusas, silencios incómodos y declaraciones que lo pintan todo… menos de rojo pasión.
“Es la peor carrera que he vivido”, sentenció tras el GP de España. No lo dijo entre lágrimas, lo dijo abatido, con ese gesto de quien no encuentra respuestas… ni fuerzas.
Mientras Charles Leclerc se subía al podio, Hamilton era adelantado por el Sauber de Hulkenberg y se iba a casa como quien abandona un naufragio sin mirar atrás. ¿Qué queda de aquel titán de Mercedes que ganó mundiales y calló bocas a ritmo de poles? Ahora, ni él se reconoce: “El problema soy yo”. Y nadie se atreve a negarlo.

De la ilusión al hartazgo: ¿qué ha fallado?
El fichaje de Hamilton por Ferrari era puro fuego mediático: experiencia, carisma y un palmarés imposible. Pero desde que se bajó del avión rumbo a Maranello, parece más un actor fuera de cámara que un piloto campeón. La victoria en la sprint de China fue un espejismo. Desde entonces: hundimiento, frustración y declaraciones que parecen más de un piloto pensando en el retiro que en la remontada.
Leclerc le ha ganado 7 de 9 clasificaciones, tiene 3 podios por cero del británico, y lo ha superado incluso partiendo detrás. Pero lo más preocupante no es eso. Lo preocupante es la actitud.
Mientras pilotos como Alonso o Hulkenberg exprimen coches lejos del podio como si les fuera la vida en ello, Hamilton se ahoga si no tiene un coche ganador. El mismo Nico Rosberg, su viejo rival, lo resume con brutal claridad: “Cuando un piloto no tiene respuestas, es que las cosas van muy mal”.
Ferrari empieza a cansarse
Vasseur intenta apagar fuegos. Le resta importancia a sus palabras, a sus gestos, a su rendimiento. Pero no se puede tapar el sol con una mano. Porque en Ferrari, las dudas han dejado de ser internas. Las cámaras han captado cómo su ingeniero evita responderle por radio, cómo sus mecánicos lo miran sin esa chispa, sin esa admiración.
Y en Italia ya hay quien lo dice claro: Hamilton no suma, resta.
La brecha con Leclerc no sólo no se cierra… se amplía. Y si el coche no está al 100%, Lewis se descompone. La prensa italiana, tan visceral como certera, ya lo ha catalogado como una decepción. “Ferrari no necesita una estrella deprimida, necesita un líder”, se leyó en La Gazzetta dello Sport.
¿Fin de ciclo antes de empezar?
Hamilton fue fichado para devolver a Ferrari a lo más alto. Pero hoy, muchos se preguntan si no habría que pensar ya en otra dirección. ¿Será 2026 el objetivo real de los de Maranello? ¿O están empezando a asumir que apostaron por un nombre y no por un piloto?
La realidad es demoledora: Hamilton no entiende el coche, el coche no lo entiende a él, y el tiempo se acaba. Monza está a la vuelta de la esquina. Y si no hay milagro… puede ser el último clavo en un ataúd que nadie pensó ver tan pronto.

Y lo peor de todo: ya ni él parece creer en sí mismo.
Mientras algunos miran a 2026 con esperanza, otros ya se preguntan si Hamilton terminará esta temporada. Porque cuando un campeón se convierte en un espectro… es que ha llegado el momento de apagar el motor.
¿Es este el principio del fin para Lewis Hamilton en la F1?